domingo, 7 de diciembre de 2014

Críticas a aspectos fundamentales del Comunismo

El comunismo es una idea sobre cómo debe ser una sociedad, que se basa en concepciones filosóficas erróneas. De ahí que una vez que es puesto en contexto, se revele a sí mismo como una utopía. Una utopía es algo que es posible imaginar y que responde a unas aspiraciones éticas y estéticas, pero que no puede darse en la realidad debido a que no se dan las condiciones requeridas. Por ejemplo, podemos concebir una sociedad en que los seres humanos renuncien al contacto sexual, pero difícilmente algún día tendremos una sociedad así, porque la idea de que millones de personas serán capaces de echar por la borda sus necesidades físicas, sus concepciones y valoraciones éticas sobre la familia y la descendencia, no es realista. Si el Comunismo es una utopía, entonces defenderlo o intentar realizarlo es un error y nadie debería gastar más tiempo ni en lo uno, ni en lo otro.

La elaboración del moderno concepto de Comunismo corresponde casi que por completo a Karl Marx. En su versión la palabra “comunismo” hace referencia a un sistema político y económico cuya principal característica es la no existencia de clases sociales y la eliminación de la propiedad privada. Aunque en el pasado se habían dado sociedades con características semejantes, ninguna había tenido que lidiar con el problema del desarrollo científico y tecnológico, con la complejidad y amplitud poblacional de las sociedades industriales, ni con el gran poder del capital, así que la novedad en la propuesta de Marx tiene que ver con cómo puede surgir una sociedad comunista a partir de ese estado de cosas. Cuando el comunismo es propuesto por Marx, el capitalismo europeo se encontraba en un momento de gran desarrollo que, sin embargo, no se veía reflejado en un mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. Mientras los industriales se enriquecían y vivían en medio del lujo y el exceso, mucha gente moría de hambre, enferma, ganando salarios miserables. En esos tiempos no había vacaciones, ni seguridad social, ni jornada laboral, ni pensión para los trabajadores, la situación era tan desesperante que originó movimientos obreros importantes y poderosos en Inglaterra y Francia. En ese contexto, por supuesto, el comunismo debió de haber sonado muy lógico y esperanzador y por eso muchos líderes políticos tomaron el discurso marxista para legitimar su actuar, además de serles un discurso muy conveniente porque volvía las mentes de los trabajadores poco sensibles al discurso de las clases dominantes. A primera vista el comunismo no parece tener nada de malo. Tiene ideales buenos, de paz, reconciliación, unidad, equidad, etc. Pero, a pesar de todo esto, el comunismo estaba basado, como intentaré mostrar, en muchos errores.

Según Marx, el comunismo es el resultado inevitable del cumplimiento de una ley de la naturaleza llamada dialéctica. Según esa ley, las sociedades evolucionan, progresan, a través de sucesivos estados de unidad, división, confrontación y reconciliación. El hilo conductor de toda esa lucha, mejor dicho, lo que ocasiona la división es, casi siempre, la propiedad sobre los medios de producción. Pero como la evolución de las sociedades sigue una ley, entonces habrá un momento en que la división cese y reine la unidad. El momento final de ese proceso es, según Marx, el comunismo, un estado en el que los medios de producción son colectivos, no privados, razón por la que dejan de existir las clases sociales, las cuáles han surgido del hecho de que los medios de producción están en manos de unos pocos y no de todos. Ahora bien, como según Marx nuestras creencias, nuestras ideologías, son reflejo de las relaciones materiales que tenemos los hombres, es decir, del tipo de sociedad que tenemos, entonces, al cambiar el tipo de sociedad, cambia el tipo de hombre, cambian las conciencias individuales y colectivas, obteniendo nuevos seres humanos, seres que no conocen el egoísmo, ni la ambición, porque han nacido en una sociedad donde todo es de todos. Estos seres humanos contrastan con los hombres actuales, cuya visión del mundo es sesgada debido a que se encuentran influidos por una ideología que es producto de la división de clases.

Esa es, a grandes rasgos, la visión de Marx de cómo puede surgir el comunismo a partir del capitalismo. Pero el asunto no es tan sencillo y requiere de examen. Tomemos el primer punto: ¿hay una ley que rija los destinos de la naturaleza humana, hay leyes a partir de las cuáles pueda predecirse sin temor a errar el comportamiento de una sociedad en su conjunto? Es claro que para Marx sí, para él esa ley es la dialéctica. Pero supongamos que hay leyes así. ¿Qué se derivaría de esto? Si el hombre conoce su destino y este obedece a una ley, entonces conociendo su destino el hombre no podría cambiarlo. Es casi como si yo dijera que sé que tomaré arsénico mañana, que no quiero morir y que no pudiera hacer nada para evitar tomar el arsénico mañana. Como si una especie de fuerza me arrastrara a mi destino contra mi voluntad. Pero si el hombre no es libre, entonces, ¿no es mejor dejar que la ley haga su trabajo? Si el comunismo es el estado final, ¿qué necesidad hay de liberar conciencias, elaborar discursos, hacer política a favor de él? Si es una ley de la naturaleza, el comunismo llegará. Pero Marx no tenía esa paciencia, ni tampoco recomendaba quedarse quieto, para él había que hacer la revolución, transformar el mundo. La consecuencia principal de la dialéctica es que el hombre no es libre sino que está bajo el yugo de una ley natural, pero también que no tiene que preocuparse por hacer nada para llegar al comunismo porque tarde o temprano llegará. Ambas consecuencias serían aberrantes para el marxismo, pero pareciera que pocos marxistas notaron eso.

Pero no sólo esto. El filósofo Karl Popper opina que es imposible predecir cómo será o se comportará una sociedad en el futuro porque para ello habría que predecir de qué conocimiento o saber dispondrá y esto es algo que no se puede predecir. Por lo tanto, no puede predecirse el comportamiento de una sociedad. A lo sumo lo que puede hacerse es hablar de probabilidades, como se hace en la economía. En la economía las predicciones tienen que ver no con hechos indefectibles, sino con hechos probables. Y esto es así porque no podemos conocer todas las variables que controlan el comportamiento humano. La ignorancia de esas variables es lo que hace imposible predecir con absoluta certeza cómo serán las cosas en el futuro y es eso justamente lo que crea en nosotros la idea de libertad. Así, pues, el comportamiento no se puede predecir, como creía Marx, de manera que Marx no puede afirmar que sabe que el comunismo es el destino humano.

Pero tampoco puede afirmar que la dialéctica sea una ley de cumplimiento indefectible. ¿Qué dice la dialéctica? La dialéctica no relaciona causas con efectos, ni siquiera constata una regularidad del mundo social. La dialéctica dice que en el mundo humano se dan tres momentos: un momento de unidad, un momento de división y uno de reconciliación que es “más avanzado” que el primer estado. Pero esto no es una ley de la naturaleza como, por ejemplo, la ley de la gravedad. A lo sumo la dialéctica es un esquema interpretativo de la realidad, pero no es una ley. Para mostrarlo, tomemos cualquier momento de la historia de cualquier sociedad y encontraremos ahí que nunca ha habido una total unidad y mucho menos que siempre los estados posteriores son mejores que los anteriores. ¿Qué otra evidencia se requiere para mostrar que la dialéctica no es una ley en absoluto?

Pero ambas críticas suelen ser respondidas por algunos marxistas de una manera muy simple: los que afirman que no se puede predecir el comportamiento humano, que la dialéctica NO es una ley, están influidos por el capitalismo, no quieren aceptar el comunismo, su ideología es la ideología del capital, son voceros del capital. Obviamente esta forma de defenderse es irracional, completamente contraria al espíritu crítico y científico que tantos marxistas pregonan. Si no existe la posibilidad de contradecir y criticar porque siempre que se contradice y se critica se es un instrumento ideológico de algo, entonces no es posible la discusión racional, ni la ciencia, ni nada: o estás con el comunismo o estás contra él.

Otros marxistas, más creativos y más sensatos, dirían que abandonáramos palabras como “dialéctica” o “destino indefectible.” Para ellos Marx no cree en ninguna ley que ayude a predecir el comportamiento social, ni tampoco cree en un destino indefectible. Es más, su pensamiento es parecido al de los economistas de hoy en día. Su razonamiento es más o menos como sigue: si la fuente de los problemas es que unos tienen los medios de producción y otros no, entonces, si los medios de producción fueran de todos, tendríamos probablemente un Comunismo. Esta forma de interpretar a Marx tiene varias ventajas, la primera, que haría justificable un llamado a la lucha por lograr que los medios de producción sean de todos, pues si no hay lucha es improbable que algún día lo sean; la segunda, que no muestra al comunismo como algo indefectible, sino como algo probable. Pero si el Comunismo es, en su fase de total desarrollo, como Marx lo describe, entonces en realidad no es tan probable, más bien es improbable, pues la eliminación de la propiedad privada SÍ haría de ésta una sociedad diferente, pero difícilmente haría una sociedad sin egoísmos, sin ambiciones, una sociedad sin jerarquías, donde todos aceptan de buena gana que todo es de todos.

Esto nos lleva a la segunda parte de nuestras críticas. En el supuesto de que la propiedad privada fuera abolida, el egoísmo, la desigualdad, la ambición, seguirían siendo el pan de cada día. Es decir, la abolición de la propiedad privada no es la solución a los males del hombre. Marx consideraría que sí, pues en su opinión, el egoísmo, la ambición, la estratificación social son manifestaciones todas de un orden económico, de una determinada manera de relacionarse los hombres entre sí. La mentalidad de los hombres, sus creencias, sus valores, son todos productos de ese orden económico y social. El cambio en estos dos genera, pues, un cambio en aquellos dos.

En contra de esta opinión, sin embargo, está la idea de que el egoísmo y la ambición son independientes de la organización social o económica, incluso de la educación. Si se logra mostrar que aunque sea una parte de nuestra naturaleza NO depende de esos factores, se podrá echar al traste con la ambición comunista de una sociedad sin clases, sin egoísmos, sin ambiciones, donde todos estamos en perfecta unidad y armonía. Y parece que sí existen ese tipo de pruebas (dejo aquí al lector la búsqueda de esas fuentes). Las personalidades antisociales no logran ser amoldadas por ningún tipo de educación o de sanción social, lo cual lleva a pensar que hay un componente no relacionado con estos aspectos que controla el comportamiento antisocial. También se ha logrado mostrar que el temperamento de ciertas personas las hace más agresivas que otras, más ambiciosas que otras, más egoístas que otras. Y aunque la educación puede orientar algunos rasgos del temperamento, lo cierto es que este subsiste a lo largo de nuestras vidas. Así que sí hay evidencia de que el egoísmo, la ambición, la búsqueda de dominio tienen raíces más biológicas que culturales y eso es suficiente para pensar que no es posible una sociedad perfecta haya o no propiedad privada.

Y los ejemplos están a la vista incluso en aquellos países que intentaron llegar al comunismo. En Rusia se abolió la propiedad privada, pero las desigualdades continuaron, los privilegios, la corrupción, la indolencia. Lo mismo ocurrió en China, en Korea y en Cuba. Los mismos problemas que en las sociedades capitalistas, feudalistas, monetarias o no monetarias, del pasado o del presente. La naturaleza humana ha permanecido sorprendentemente constante a través de las diversas sociedades que ha construido. Todas, absolutamente todas, han tenido que luchar contra el crimen, contra la ambición desmedida, contra la deshonestidad, contra la traición. Por eso es un error creer que todo en nuestro comportamiento es producto de las relaciones sociales y económicas, tal como creía Marx. Y con esto se echa al traste con lo que quedaba del pensamiento comunista de Marx.

El comunismo es una utopía porque podemos concebir una sociedad así, porque esa sociedad responde a ideales como la justicia, la igualdad, la fraternidad, pero es una utopía justamente porque una sociedad así es imposible dada la naturaleza humana. Y decir que llegaremos indefectiblemente a esa sociedad por leyes inexistentes no sirve, ni tampoco decir que probablemente una sociedad así surja si abolimos la propiedad privada, como ya vimos. De manera que decir que el comunismo es una opción viable para nuestra sociedad es un error. No hay buenas razones para creer que pueda surgir el comunismo en el futuro, todo lo contrario. Por eso, es una pérdida de tiempo defenderlo e intentar realizarlo. Quizás si muchos jóvenes entendieran esto, sus vidas estarían mejor aprovechadas para ellos mismos y para sus familias. Tristemente tuvieron que perderse generaciones enteras para que la mayoría comprendiera estas sencillas verdades y todavía hay muchos atrapados en las redes de ese cuento de hadas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Claro está que este es un Blog, sin embargo prefiero sus escritos cuando no están cargados de un montón de juicios de valor. Su análisis teórico lo considero bueno.

Espero que no sienta la pobreza de unos y la riqueza de otros, y eso que llamamos explotación, también como algo natural en el ser humano. Lo mismo con tantas otras cosas que no pertenecen a la teoría sino a la realidad.