lunes, 18 de julio de 2011

Sobre las intenciones de los filósofos

¿Qué intención, qué propósito o qué pretensión tienen los filósofos cuando hacen filosofía? Bueno, eso depende de muchas cosas. Algunos filósofos indagan, se formulan preguntas, se las responden, cuestionan dichas respuestas, se las aclaran, las reformulan, las abandonan, enriquecen su posición con otras formas de ver el asunto, acuden a la ciencia o a la experiencia propia y/o ajena, se objetan a sí mismos, etc. Otros filósofos simplemente se expresan, dicen lo que sienten, lo que piensan, lo que les sale del alma, su lenguaje es fundamentalmente emotivo y valorativo. Otros quieren, además, cambiar el mundo, la sociedad, así que exhortan a actuar y ejercen una crítica radical contra el status quo. ¿Qué es lo que pretende cada uno de ellos? El uno pretende aclarase las cosas, comprender o, si se quiere, encontrar la verdad. ¿Y el otro? El otro sólo quiere desahogarse, expresarse, decir cómo se siente en un momento dado, cómo ve las cosas. Pero no tiene en ese instante pretensión respecto de los otros, tal vez solo quiere comunicárselo a sí mismo o hacerlo para descansar emocionalmente. ¿Y qué decir de los que quieren una determinada forma de ser de la sociedad? Estos quieren convencer y mover a la acción, ganar adeptos para sus filas y con ellos hacer realidad su idea de sociedad.

Ahora bien, ciertos filósofos, después de una investigación o reflexión quieren comunicar sus ideas de manera organizada, clara y pulida. Entonces escriben. Algunos escriben con el propósito de que otros los lean, los evalúen, los aprueben o los desaprueben según ciertos criterios de evaluación. Estos criterios de evaluación, por lo general, incluyen: que los argumentos sean válidos y las premisas probables o verdaderas (si se trata de una filosofía argumentativa) o que las descripciones se ajusten a la evidencia, a lo que se muestra o se ve (si se trata de una filosofía descriptiva.) Hay otros criterios para evaluar dentro de esta forma de hacer filosofía; por ejemplo, se valora también qué tanto maximiza la comprensión de un asunto cierta reflexión, incluso cuestiones de estilo que son secundarias también son tenidas en cuenta. ¿Qué pretenden los filósofos que así escriben? No pretenden más que ser leídos o escuchados, debidamente comprendidos y honestamente evaluados. Si el resultado de esa evaluación es positivo, bienvenido y si es negativo, habrá que hacer correcciones y ajustes. Esa es una forma de hacer filosofía. Y esas son las pretensiones de cierta forma de hacer filosofía.

Pero, ¿y los otros filósofos, los que escriben para desahogarse? Estos también en algún momento quieren dar a conocer sus escritos. ¿Qué pretenden con ello? Bueno, tal vez, les pareció atractivo lo que escribieron y quieren que otros lo disfruten. Pero tal vez simplemente quieren compartir, que otros los lean, los comprendan y ya. Algo sí parece ser seguro: no les importa ser evaluados en el sentido de si dan un buen argumento o si lo que dicen se ajusta o no a la realidad. Más bien, les interesa dar a conocer su punto de vista, generalmente pesimista, sobre la realidad. No pretenden impactar a nadie y su obra no está hecha con  ese propósito. En caso de que logre algún tipo de impacto, no habrá estado dentro de las intenciones más íntimas de quien escribió el texto. Los filósofos de este tipo sólo quieren que otros los lean, los entiendan y si por ventura los lectores comparten esa misma visión o actitud, pues mejor porque eso significa que habrá identificación, que encontrarán en esos escritos la expresión de sus propios pensamientos y sentirán que no están solos, que hay otros como ellos. Pero, en general, estos filósofos no escriben con el propósito de que todo eso suceda. A este grupo pertenecen también los filósofos optimistas o los de tendencia poética, todos ellos quieren simplemente comunicar su perspectiva y tal vez, sólo tal vez, mover a otros a que la compartan.

Los filósofos comprometidos con la crítica y el cambio de la sociedad se parecen mucho a los primeros en su fase de investigación y reflexión y mucho a los segundos en su fase de comunicación. Su tema central es establecer si ésta es una buena sociedad y, si no lo es, cuál sería una mejor y cómo podría ella lograrse. De esa manera, una buena parte de sus reflexiones tiene que ver con la crítica a la sociedad, que suele ser una forma de preparar la entrada de su propuesta de sociedad. Y ello suele ir acompañado también de exhortaciones, invitaciones a la acción y a la transformación. Estos filósofos también presentan argumentos y contra-argumentos, pero intentar evaluarlos de la misma forma que a los primeros está fuera de lugar porque sus argumentos tienen una intención bien diferente: llevar a una valoración negativa de la sociedad y hacer algo que cambie la situación por una mejor. Nada impide, por supuesto, que dentro de sus argumentaciones haya cuestiones de hecho importantes, pero su lenguaje está emocionalmente cargado y posee valoraciones de tipo ético por doquier. En sus indagaciones preliminares estos filósofos buscan una visión del mundo con la cual comprometerse y por esa razón van de un lugar a otro en un aparente sinsentido. Pero una vez se comprometen, su estilo tentativo cambia para volverse más firme, entonces buscan que los demás se comprometan con lo mismo que ellos eligieron. ¿Qué pretenden estos autores al publicar o comunicar? No sólo quieren ser escuchados. Quieren generar un cambio, una transformación, quieren mover a la acción, quieren que los demás compartan su misma visión del mundo o al menos que despierten una conciencia crítica sobre lo que les rodea. De los tres tipos de filósofos mencionados es este tipo de filósofo el que está más orientado en sus propósitos hacia los demás. El primero espera ser leído, comprendido y evaluado; éste espera ser leído y comprendido, también evaluado (sobre todo en las estrategias o las formas pues los valores, por lo general, no los indaga), pero sobre todo espera que el que lo lea, si es afín, se una a su causa y si es contrario, también. El segundo tipo de filósofo quiere compartir su visión, que otros lo lean y lo comprendan, nada más. Este quiere también compartir su visión pero busca algo más: que la gente se comprometa con esa visión y haga algo. Lo mismo podría decirse de los defensores del status quo, pues proceden de la misma forma, solo que al contrario: encuentran cosas negativas en las propuestas novedosas y resaltan las virtudes de las formas tradicionales.

Por supuesto, la mayoría de filósofos tiene algo de estos tres tipos. En general, sus obras combinan los tres estilos en mayor o menor medida. Ahora bien, ¿cómo abordar a cada uno de los filósofos? Ya sabemos que sólo los primeros esperan ser evaluados, que los tres esperan ser comprendidos y que el tercero, además, quiere mover a la acción. Para entender la filosofía tendríamos que determinar justamente a qué tiende cada filósofo: si a la verdad, si a la expresión, si a mover a la acción. Ahora, para evaluar la calidad de las producciones filosóficas hay muchos criterios, pues se puede evaluar la redacción, la claridad, la coherencia, la verosimilitud, pero también la belleza, el impacto, la efectividad en la persuasión, etc. Un filósofo de la primera tendencia está más interesado en las evaluaciones del primer tipo; el segundo no está muy interesado en la evaluación aunque se le pueda evaluar de muchas formas; el tercero está dispuesto, por lo general, a evaluar las estrategias pero no las intenciones ni los valores que son el marco a partir del cual genera su idea de sociedad.