miércoles, 25 de mayo de 2011

La adquisición de una Voluntad de Hierro

Ser capaz de hacer lo que hay que hacer, cuando se tiene que hacer, y como se tiene que hacer. Tener una voluntad así es signo de inteligencia emocional. Y más útil y significativa es cuando viene acompañada de otras habilidades. Pienso, por ejemplo, en las personas que hacen las cosas cuando cómo y dónde sus jefes les dicen, pero en ausencia de un jefe tienen dificultades para resolver un problema y hacer lo que tienen que hacer. Ahí es donde las otras habilidades entran en juego. Ser capaz de identificar lo que hay que hacer, de reconocer problemas y de plantear soluciones.

Pero adquirir una voluntad de hierro no es fácil. Muchas cosas en nuestra vida y en nuestro entorno dificultan la tarea. Nuestras costumbres, nuestros hábitos, nuestras creencias. Sin duda hay una cultura de la autocomplacencia, del no hacer lo que no me gusta hacer, una cultura que pondera el pasarla bien y que entiende el pasarla bien como el consumo de entretenciones pasivas: ver televisión, escuchar música, ir a cine, dormir, comer, pasear; placeres sencillos nos consumen día a día y aunque ello no es malo de cuando en cuando, sí es cierto que entran en competencia con nuestros deberes. Y renunciar a las cosas sabrosas de la vida por las cosas que son nuestro deber no es precisamente algo que sea bien visto a menos que el cumplimiento del deber conlleve placeres ulteriores, en cuyo caso parece justificable hacer ciertos sacrificios.

Algunas personas dicen que está bien cumplir con el deber pero que no hay que ser excesivos. Está bien, pues es cierto que hay gentes que sólo se concentran en sus deberes y no se dan tiempo, no se apartan por un momento de la exigencia con el propósito de descansar, recuperar energías, aclarar ideas y seguir. Pero también es cierto que a veces ese asunto de no ser excesivos resulta una idea que desestimula la adquisición o el sostenimiento de una voluntad de hierro. Y una voluntad así, junto con una inteligencia amplia, es la llave que tiene el individuo, para mover el mundo.

Cuando una persona tiene voluntad de hierro o empieza a ponerla en práctica, encuentra oposición tanto en su interior como en el exterior. La gente de afuera lo tacha de excesivo, exagerado, rígido, palabras todas que no tienen otra intención que la de censurar, desaprobar esa conducta. Pero también adentro hay oposición porque es difícil dejar de hacer algo que a uno le gusta por algo que es su deber; también porque hacer algo que a uno no le gusta es tedioso, aburrido, desgastante, rutinario, incómodo o desagradable. Y más difícil es cuando uno mismo se cuestiona el hacer eso, cuando uno se pregunta si es necesario hacerlo, si debe uno pasar por semejante suplicio para cumplir, para hacer lo que se tiene que hacer. Si uno se cuestiona, difícilmente alcanzará una voluntad de hierro.

Si uno aplaza las cosas y justifica el aplazamiento, dificulta el alcance de una voluntad de hierro. Si uno escucha a los demás, si uno se guía por el juicio de los otros, se dificulta el alcance de una voluntad de hierro. Si yo digo: no quiero, no puedo, se hace difícil alcanzar una voluntad de hierro.

La voluntad de hierro, cuando viene acompañada por inteligencia social no lleva a reñir con nadie. Nadie que tenga voluntad de hierro y habilidad social será odiado, criticado por ser como es. El problema se presenta cuando uno le exige a los demás lo mismo que uno se exige. El problema está cuando uno transmite arrogancia, fuerza desmedida, poca humildad, gestos agresivos o imponentes, todo lo cual resulta natural cuando uno tiene una voluntad de hierro, pero que es altamente inconveniente para las relaciones sociales. De hecho, la voluntad de hierro se puede aplicar a las relaciones sociales. Consiste en la capacidad de sonreír, ser amable, no reñir de forma inadecuada, saber cómo llegarle a la gente, en fin. Porque la voluntad se manifiesta en distintas esferas. Eso nos lleva a replantear nuestra terminología. No es la voluntad de hierro la que nos hace odiosos hacia los demás, es simplemente que pese a usar dicha habilidad en otros aspectos de la vida, no la usamos en el área de las habilidades sociales.