miércoles, 15 de diciembre de 2010

Crítica a la Teoría de las seis lecturas de Miguel De Zubiría

Miguel De Zubiría es uno de los psicólogos más reconocidos de Colombia, director de la fundación Alberto Merani y del colegio que lleva el mismo nombre. Sus logros en ambas instituciones son notables. Con franqueza admiro el espíritu, la iniciativa y las buenas intenciones del profesor De Zubiría quien con su trabajo ha intentado motivar a los profesores colombianos no sólo a que lean mejor, sino a que enseñen a leer mejor. Me parece que una forma de agradecer sus esfuerzos es someter a prueba el que puede ser su aporte más importante a la pedagogía colombiana: la teoría de las seis lecturas.

Esta teoría, al menos para el público en general, se expone en dos tomos. El primero, Mecanismos del Aprendizaje Semántico, trata de las operaciones de lectura que deben inculcarse en el pre-escolar y la primaria; el segundo, Cómo Enseñar a Leer y a Escribir Ensayos, se concentra en las que deben ser desarrolladas en el bachillerato y la universidad. A continuación expondré grosso modo las ideas principales de la Teoría tal como aparece en dichos tomos.

Según el profesor De Zubiría, hay seis tipos de lectura, a saber: i) la lectura fonética, que consiste en traducir los grafos a fonemas y agrupar estos en sílabas y palabras; ii) la decodificación primaria, que trata de descubrir el concepto asociado a una palabra en un determinado contexto, iii) la decodificación secundaria, cuyo objetivo principal es captar el significado de las frases totales, o sea, las proposiciones; iv) la decodificación terciaria, que consiste en desentrañar las relaciones que se dan entre las macroproposiciones; v) la lectura categorial, que consiste en captar la estructura semántica de ensayos y textos de mayor complejidad; vi) la lectura metatextual, que consiste en relacionar el texto con otros textos, con el autor y su circunstancia histórica.

Cada una de las lecturas involucra una serie de operaciones o mecanismos básicos que el profesor De Zubiría expone con cierto detalle, aunque se concentre sólo en cuatro de las lecturas. En la Decodificación Primaria se ponen en juego la recuperación léxica, la contextualización (inferir el significado de una palabra según su contexto), la sinonimia (reconocer el significado de una palabra mediante un sinónimo) y la radicación (inferir el significado de una palabra a partir de su estructura interna). En la Decodificación Secundaria las operaciones son la puntuación (separar las oraciones del texto apelando a su puntuación), la pronominalización (identificar pronominalizadores y reemplazarlos), la inferencia proposicional (reconocer las proposiciones detrás de las oraciones), la cromatización (reconocer los grados de compromiso o de adhesión a la verdad de las proposiciones). En la Decodificación Terciaria las operaciones consistirán en la extracción de macroproposiciones, de la estructura semántica y en la modelación o representación gráfica de todo ello. Finalmente, en la Lectura Categorial los mecanismos son el análisis elemental (descomponer el texto en sus macroproposiciones),  la síntesis elemental (elegir la tesis entre las macroproposiciones), el análisis guiado por síntesis (verificar la tesis comparándola con las otras macroproposiciones una por una), la síntesis guiada por el análisis (tomar la tesis y determinar las conexiones que tiene con las otras macroproposiciones) y por último graficar la estructura semántica del texto.  Ese es, en resumen, el contenido de los dos libros en los que se expone la teoría.

Las críticas que podrían hacérsele son de diversos tipos. Podría, por ejemplo, criticársele el que presente las operaciones de lectura como si debieran ser aplicadas a cualquier texto en el orden en el que son expuestas. Sin embargo, el profesor De Zubiría nos advierte que las operaciones se dan de formas simultáneas y que no es posible dar preferencia a alguna de ellas o establecer un orden estricto en el que deban ser aplicadas.

También podría criticársele las distinciones oración-proposición, términos generales-conceptos, por apelar a entidades altamente cuestionadas en la filosofía de hoy en día. Es posible, sin embargo, conservar lo esencial de la teoría sin invocar aquellas problemáticas entidades. La alusión a proposiciones, conceptos y demás se vería tan sólo como una forma de hablar, sin implicaciones ontológicas serias.

Podría cuestionársele la dependencia del esquema Sujeto-Cópula-Predicado usado en muchos de los análisis de frases u oraciones llevadas a cabo por el profesor De Zubiría, sobre todo cuando intenta ilustrarnos en qué consiste la Decodificación Secundaria. Cabe, sin embargo, interpretar esa parte en términos lingüísticos y no en términos lógicos. Si ello es así, el esquema podría parafrasearse mejor como Sujeto-Verbo-Complemento, en donde el sujeto podría estar implícito y el complemento no existir o ser más de uno.

En cambio, rechazo el que se pueda tomar la puntuación como criterio de separación proposicional, mejor dicho, no acepto la convicción de que la frase que viene antes de cada punto represente una sola proposición. Aunque en varias partes de su obra el profesor De Zubiría parece abrir la posibilidad de que haya más de dos proposiciones recogidas en una misma frase, lo cierto es que los ejemplos de análisis que presenta en su ilustración, por ejemplo, de la Decodificación Secundaria, demuestran esa convicción. Y esa convicción, a su vez, va en detrimento del análisis mismo ya sea tergiversándolo o dificultándolo. Me parece que su problema aquí es que confunde lo lógico con lo lingüístico. En efecto, aunque entre puntos pueda haber una sola oración -simple o compleja- lo cierto es que desde la lógica ese es un hecho completamente irrelevante. Dos oraciones pueden decir lo mismo, una oración puede ser descompuesta en dos o más "proposiciones" en fin. De nuevo, aunque todo esto parece concederlo el profesor De Zubiría, en sus análisis no aparece reflejado.

Por otro lado, creo que algunos de los ejemplos de aplicación de su teoría, que ofrece en el segundo tomo de su obra, fuerzan demasiado los textos para acomodarlos a las dos únicas estructuras a las que da peso: estructuras argumentales y derivativas. El resultado de ello es la presentación de algunas afirmaciones como tesis o argumentales, cuando el sentido común indica que no lo son. Veamos, por ejemplo, el análisis que hace De Zubiría del siguiente texto de Federico García Lorca:

“1) El estado de inspiración no es el estado conveniente para escribir un poema. 2) El estado de inspiración es un estado de recogimiento, pero no de dinamismo creador. 3) Hay que reposar la visión del concepto para que se clarifique. 4) No creo que ningún gran artista trabaje en estado de fiebre… 5) Se vuelve de la inspiración como se vuelve de un país extranjero. 6) El poema es la narración del viaje. 7) La inspiración da la imagen, pero no el vestido. 8) Y para vestirla, hay que observar con ecuanimidad y sin apasionamiento peligroso, la calidad y sonoridad de la palabra.”

Según Zubiría la idea 1 es la idea principal, 2, 3, 4, 5 y 8 son argumentales, 6  y 7 son quizás posibles definiciones.

Veamos ahora qué nos dice el sentido común. Parece que el principal propósito del texto es  hacernos una recomendación, a saber: “no escribir un poema en el estado de inspiración, sino en un estado de calma y reposo después de la inspiración” Ahora ¿qué justificación nos da para ello? Pues que en el estado de inspiración las ideas están desordenadas (alusión al país extranjero), no se tienen las cosas claras (alusión a la clarificación), no se puede observar con ecuanimidad, sin apasionamiento (última frase). Y por eso mismo lo mejor es esperar a que uno esté reposado, a que las cosas se clarifiquen, pues ese es el estado más conveniente para escribir, como saben todos los buenos artistas. Todo esto está repartido en las frases del texto.

Según este análisis la idea 3 no sería un argumental sino parte de la tesis principal. La idea 6 no sería una definición, sino una analogía mediante la cual Lorca mostraría que el Poema (La narración) es lo que se hace después de la inspiración (del viaje). Nuevamente aquí aparece la recomendación. La idea 8 no sería tampoco un argumental, seguiría siendo la misma recomendación del principio: hay que observar tranquilos, sin apasionamientos, después de la inspiración para escribir el poema, etc.

Entonces ¿dónde están los argumentales? Los argumentales no están explícitos. Están entretejidos, se los puede inferir a partir de las otras frases, así que no tiene mucho sentido señalar en ese texto cuáles son exactamente los argumentales. Para mostrarlos se debe escribir frases aparte, se debe hacerlos explícitos, pero pareciera que De Zubiría no ve nada de esto por la insistencia en que tiene que haber en el párrafo una oración que exprese la idea principal (macroproposición), que las que no son ideas principales tienen que ser o argumentales (de la principal o de otras subargumentales) o definiciones. Una idea principal puede no estar en ninguna de las frases del párrafo, puede estar implícita, repartida entre varias oraciones, parafraseada varias veces en el mismo párrafo. Una idea secundaria no necesariamente tiene que dar soporte a una idea principal o a otra idea. Y así el análisis del texto no podría darse tal cuál De Zubiría nos recomienda. 

Especialmente confuso me parece el concepto de proposición argumental, clave en la teoría de De Zubiría. Si atendemos al nombre, las argumentales serían proposiciones que dan soporte a otras ideas, a las macroproposiciones, pero en la forma en que De Zubiría habla de ellas en sus análisis, pareciera más bien que son simplemente proposiciones que están en función de otras proposiciones, aunque no necesariamente como soporte. Pero si un argumental es esto último, hasta las definiciones serían argumentales, y creo que esto sería inaceptable para De Zubiría.

Creo que todos estos problemas dentro de la Teoría de las Seis Lecturas se deben a la ya mencionada confusión entre lo lógico y lo lingüístico. Personalmente creo que a ella le conviene más ponerse del lado de lo lingüístico, pues las relaciones lógicas entre proposiciones parecen ser indiferentes a las intenciones del hablante y son estas intenciones las que determinan, en un texto, qué idea puede ser la principal y qué tipo de relaciones tiene con las otras ideas. Nótese por ejemplo cómo la relación de dependencia entre ideas (proposiciones u oraciones) puede cambiar de una a otra en frases diferentes.

1) La gasolina se acaba, por lo tanto, los coches dejan de moverse, los aviones no vuelan, etc.
2) Los coches han dejado de moverse. Esto ocurre porque la gasolina se ha acabado.

En el ejemplo número 1 la frase “los coches dejarán de moverse” es una consecuencia de la primera. Si hiciéramos un listado de consecuencias todo giraría en torno a “la gasolina se acaba.” Pero en el ejemplo 2, “la gasolina se ha acabado” está en función de explicar por qué los coches han dejado de moverse, que es la idea sobre la cuál gira. Así, pues lo que era secundario en la primera, pasa a ser principal en la segunda. Todo esto es un asunto que trasciende la lógica estricta. En la siguiente secuencia de oraciones:

"Si la gasolina se acaba, los coches dejan de moverse. La gasolina se acaba. Por lo tanto, los coches dejan de moverse."

Está claro que "los coches dejan de moverse" es la idea principal y es, además, la conclusión de un argumento deductivo válido con dos premisas. Pero el lenguaje es versátil y prácticamente las mismas ideas pueden usarse para componer párrafos donde una u otra de ellas puede hacer las veces de idea principal y las otras, incluso, no estar en una relación con ella de premisa-conclusión. Nótese por ejemplo como cambia la situación si decimos: 

"Es evidente que la gasolina se acaba. En efecto, los coches han dejado de moverse y esto sólo ocurre si la gasolina se acaba."

El texto toma el que los coches hayan dejado de moverse como un indicio de que la gasolina se acaba, mientras que la oración condicional se toma como explicación de por qué tiene sentido tomar eso como indicio. 

Francamente me parece que no puede encontrarse una técnica, un método para leer mejor. En mi opinión, algunos de los ejercicios planteados en la teoría de las seis lecturas son útiles y pueden aplicarse con éxito, pero no en todos los casos y no con todos los textos. El uso de nuestro lenguaje va más allá de los asuntos meramente informativos, está conectado con nuestras formas de vida, con nuestra comprensión del otro. Por eso, cómo llegamos a leer bien puede tener que ver a la larga con una cuestión más fundamental: cómo llegamos a comprender al otro. Y la historia de cómo llegamos a ello puede ser bien complicada, lo mismo que la pretensión de construir una técnica que nos haga mejores en ese sentido. Creo que la construcción de esa técnica es inviable, aunque hacer un ejercicio aquí y otro allá sea útil para desarrollar nuestras capacidades. Quizás sea ese el verdadero objetivo del trabajo de De Zubiría y, siendo ello así, no habría nada que reprochársele.